lunes, 11 de noviembre de 2013

¿CUÁL ES LA POSE DE ESCRITOR MÁS ODIOSA EN UNA FOTO?

No creo que sea sano, ni necesario, que un escritor aparezca leyendo en una foto (me refiero a las fotos armadas, no a las instantáneas-espontáneas). Abundan este tipo de imágenes y siempre me parecieron, además de pomposas, dignas de sospecha. ¿Por qué alguien que se supone que sabe escribir aparece leyendo? ¿Debe remarcarlo? ¿Alguien duda que sepa leer? Sí se puede dudar que escriba bien pero no que sepa leer. Hay por ahí algunas fotos de escritores escribiendo, pero a esos se les cree menos que a los que leen.


 García Márquez, frente a un libro propio.

Digamos, para resumir, que casi no hay fotos de escritores que no sean una impostura. Entiendo que es difícil poner cara de tipo/a genuino/a cuando te van a sacar una foto, pero lo peor que se puede hacer es poner cara de sufrido (porque de insufrible nadie pone y es curioso, ya que todos los escritores son insufribles; será que se cuidan de mostrar su faceta patética y tratan de fingir un dolor profundo, un alma en carne viva o un humor y una desenvoltura de la que carecen, etc).
Lo que tampoco hay que hacer es retratarse tomando alcohol o drogas, signo de inseguridad o infantilismo. Quizá si el escritor en cuestión quiere conseguir un agente literario puede tener sentido que se saque algunas fotos así, pero para atraer lectores da igual que se lo vea comprando un boleto de subte, un choripán en la calle, o festejando los quince años de su hija.

 Bukowski, chupando por gusto y para la foto.

Otra forma artificial -la tercera pero no la última, ustedes agreguen otras- de mostrarse es con los animales preferidos, que para la mayoría de los artistas suelen ser gatos. Es cierto que el perro es un animal un poco obvio, por eso si al artista le gustan los perros debe arreglárselas para que los pobres bichos muestren algo fuera de lo común a la cámara, quizá un pelo negro tan oscuro como la noche, o una mirada densa y penetrante, tanto o más que la falsa mirada de profundidad que está poniendo su amo para la imagen. El gato, misterioso por naturaleza, otorga por ósmosis (falsa, huelga decirlo) algo de misterio al escritor que está al lado, aunque éste obligue al pobre minino a quedarse quieto mientras sacan la foto y sobre todo que no lo opaque.
Burroughs y un gato. El suyo, quizá.

¿Cuál es mi propuesta para terminar con esta farsa? (Debo tenerla, ya que yo mismo aparezco con mi gato Bardamu en un par de fotos y no puedo zafar nomás burlándome; lo único que me salva es que no soy conocido y sólo me critican mis amigos). Es simple: hay que mostrar la faceta más natural que uno pueda tener, lo que brote de nuestro ánimo cotidiano en el momento de la foto.
Sí, ya sé, eso es más difícil que la mierda, pero es posible. O eso pensé cuando di con una foto -radicalmente distinta de todas las otras- de una nueva autora llamada Sasha Grey. Es tan distinta y va tan en contra de lo que un trabajador de las letras suele transmitir que no pude menos que aplaudirla. La escritora es ex actriz porno, y como escritora es muy buena actriz porno (digo buena porque al actuar mostraba que de verdad sentía los papeles que interpretaba, y los sentía muy adentro). Como literata no tiene trascendencia la Grey, me pueden decir, pero ¿acaso los escritores solemnes que posan leyendo un libro no intentan de manera inconsciente destrozar la posible trascendencia que podrían tener si no fueran tan necios como para aparecer de esa manera tan estúpida en la foto?

 Sasha Grey y una pose honesta.

Por lo menos al posar así Sasha Grey se ahorra que algún cronista imbécil le pregunte cómo le surgió tal o cual idea para su libro, si escribe de noche, cómo se inspira o qué quiso decir con su historia. Grey nos calla la boca llenándosela ella misma. Y está bien, la mejor palabra de un escritor debe ser la escrita, no la oral.