Mi mujer, embarazada, fue al supermercado chino de la
esquina. La saludaron -y la detuvieron en su marcha- dos vecinas de edad
medianamente avanzada que, muy sonrientes, querían charlar. No buscaban conversar
pero sí monologar. Hicieron preguntas y se apuraron en contestarlas ellas
mismas. Indagaron sobre la panza, si era nene o nena. Antes de que Tere contestara
dijeron que por la punta de la panza era varón. Tere aclaró que era nena, que ya
habíamos hecho estudios. Dijeron que igual era nene, por la punta. Una le
preguntó la edad a mi mujer, ella contestó cuarenta. Preocupada, o
escandalizada, la señora preguntó en forma de sentencia que, debido a su edad, iría
directo a cesárea. Tere dijo que no, que intentaría parto natural. Enseguida
fue retada y aleccionada: con más de cuarenta se debe ir a cesárea de cajón, si
no puede ser peligroso. La otra señora le preguntó a su vez si se iba a
depilar, y en esto sí demostró preocupación, no por Tere sino por el doctor.
Insistió que hay que depilarse, para quedar bien, y le recomendó la depiladora
profesional “Natacha”, que se encontraba un poco más adelante, sobre la misma
calle.
Meses después, Tere salió a pasear con la beba. Una de las vecinas,
porque no siempre atacan en conjunto, la interceptó para saludarla. Tere
aprovechó para contarle que el parto fue natural, no cesárea, y que todo estuvo
bien y en término, a las cuarenta semanas. La mujer asintió, con una media
sonrisa, y se apuró en elogiar la belleza de la nena. Tan bella le pareció que
le advirtió que se cuidara del mal de ojo; dio a entender que hay mucha gente
envidiosa alrededor que podría desearle mal. Por como lo dijo, uno podría haber
entendido al revés su consejo y creer que ella era la envidiosa, pero no, se
estaba refiriendo a otros. Además, los malos suelen ser los otros, eso es
sabido. Preguntó si la habíamos bautizado, también en forma de sentencia. Tere respondió
que no, que “éramos ateos”. La mujer exclamó: “¿Eh?” Tere repitió: “Ateos”. La
señora intentó deglutir ese concepto, no pudo, lo regurgitó, hasta que en un
momento arqueó las cejas y dijo: “ahhh, entonces quiere decir le van a dar la
opción de que cuando crezca ella elija si se bautiza o no”. Hay que admitir que
su capacidad de síntesis, inconexa y obtusa pero capacidad al fin, logró una
frase digna de Groucho Marx. Por desgracia, cuando a continuación y sin motivo elogió
al nuevo gobierno diciendo que ahora todo iba a cambiar (dijo cambiaaaar,
acentuando la última a con tono de felicidad), y que todo iba a estar bien sin
aclarar qué era todo ni porqué iba a estar bien, dejó al genial Groucho por el
piso y se ubicó al nivel de Miguel Del Sel, cómico macrista que opera a nivel del
subsuelo, incluso por debajo de la cloaca.
Un vecino muy preocupado por la seguridad, que llega a pagarle
de su bolsillo a la policía para que vigile extra y que tiene una camarita en
su terraza apuntando a la calle, comentó en una charla ocasional en la puerta
del super chino que el puesto de Gendarmería, apostado en la entrada de la
villa que hay a la vuelta, controla muy de cerca a “todos esos que vienen de
países limítrofes, esos que vienen a restar, no a sumar”. El vecino siempre
tiene a mano este tipo de comentarios y, con notable ingenio, le busca la
vuelta para cada vez criticar de distintas maneras, cosa que nadie crea que se
repite en los agravios. Hace poco robaron un auto en nuestra calle. El
responsable fue uno de los policías que paran en la esquina. Era argentino, el
policía. El vecino, cuando otros vecinos criticaban al ladrón, decidió
callarse. Uno dijo que era una vergüenza que un policía robara, pero mi vecino,
que se tiñe el poco pelo que tiene de negro azabache y que anda en bicicleta
por las veredas del barrio haciendo que uno deba cuidarse al caminar y dejarle
paso para no ser atropellado, prefirió, con una ética comprensible, no juzgar
un hecho consumado como es un robo y en cambio juzgar a los que, por su pobreza
y aspecto, son candidatos a hacer todavía cosas peores si los dejan. Proteger a
un policía ladrón es más seguro que darle crédito a un pobre que, en cualquier
momento, es capaz de alocarse y robarnos lo que tanto nos costó conseguir (me refiero
a propiedades, no al tinte de pelo ni a la bicicleta).
Estas aguafuertes, barriales y desteñidas, reflejan breves
momentos cotidianos, que el día a día acostumbra a revolearnos por la cabeza. Nos
ayudan a comprobar que los barrios clásicos, donde todos se conocen y chusmean
a gusto, donde los vecinos viven a la vieja usanza en casas chorizo y PH´s de
pasillo largo, también pueden aumentar la nueva clase de argentinos que se
viene. Me refiero a esos temerosos y honestos patriotas que antes estaban
desunidos y postergados por la dictadura reciente, y que ahora se reúnen
alrededor (desde el comedor de su casa y frente a la tele, pero alrededor) de
los mágicos proyectos represivos y retrógrados del nuevo gobierno, que hace un
llamado a la ética general para incluir a todos bien afuera de donde viven pocos.
Tal cual demostró mi vecino, un humilde clasemediero que no cayó en el
facilismo de criticar al cana chorro porque era cana y parte de una institución
que él avalaba, sino que hizo el esfuerzo ético de acusar a quienes no habían
sido por el lógico hecho de no formar parte de la Argentina del mañana, esa Argentina
que todavía no llegó pero que tiene todo para ser igualita a la de muy ayer.
Mi llamado, entonces, es para ustedes, amigos de barrio norte
y de zonas caras, que están cansados de vivir con miedo a que les roben y que además
tienen la valentía de no tener miedo de que a otros les falte: quiero avisarles
que no están solos en su eterno escape de juzgar y acusar a los demás de sus
propias falencias, no, hay gente humilde, mucha, que puede acompañarlos. Vengan
a conocerlos al barrio de La Paternal. Si no les da mucho asco cruzar la vía podrán
juntarse con ellos, amontonarse y ser legión. Sólo depílense antes, porque acá revisan
entrepiernas (los vecinos serán pobres pero limpios).
Entiendan que se trata de un asunto moral. Al fin y al cabo,
todos quieren sumar en esta glamorosa etapa que comienza, el tema es que para eso
hay que dejar afuera a millones que, aunque no resten, suman negativo. Sobra
aclarar que si es para unos pocos elegidos quizá la Argentina sí aguante, como
pasó con el Arca de Noé. Datos no oficiales aseguran que Noé era un egocéntrico
y un discriminador, pero como era capitán del único barco todos se vieron
forzados a hablar bien de él. En una de esas ocurra lo mismo ahora y sólo quede
en pie esta nueva banda de polizones, por lo menos hasta que termine el diluvio
de cuatro años de agua marrón. Nuestros vecinos, los citados, hablarán bien de
ellos aunque les llueva mierda.
2 comentarios:
La gente de barrio tiene estas cosas. Habrá que pensar y repensar cómo se llega a charlar, y después conversar, y también explicar porqué estamos de un lado y no del otro. L@s amo!!!
Los dos, Ale, los dos. Y la gente que no es de barrio (???) también tiene de ambos especímenes, necios reaccionarios y cultos patriotas (como nosotros, claro!). Pero espero que por más reaccionarios que sean, les duela un poco la forma en que les están rompiendo el culo en este momento...
Abrazo grande!
Pablo
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