No voy a polemizar sobre las distintas clases de futbol que
hay (las discusiones sobre deporte son peores que las discusiones sobre
política), además me crié en un país donde el futbol es sólo uno: el soccer, y sería
injusto entrar en comparaciones. De hecho, allá ni siquiera hay que llamarlo
soccer, sonaría como a una aclaración anglosajona no pedida. Debo decir también
que el soccer me da igual y nunca lo veo. Todo esto viene porque el domingo me tuve
que tragar un partido de futbol americano entero (Dallas-Green Bay), que duró
más que las trilogías de Peter Jackson con anillos, enanos, elfos, orcos, montañas,
bosques y lava, todo incluido. En mi opinión de neófito -que es igual de válida
que si no lo fuera-, lo más exasperante de esta actividad no son sus reglas
inentendibles y sus burocráticas mediciones de distancias y pases, sino que los
tipos juegan un cachito y paran, juegan otro cachito y paran, y así al infinito.
Este deporte, que tan tosco y refrenado se ve de afuera (quizá desde adentro
también), está al borde de ser más una paradoja espacio-temporal que un
deporte.
Como burda metáfora, sin duda producto del tedio, se me figuró, al ver
el tamaño de los jugadores, al ver sus atuendos inflamados y bien acolchonados,
sus caras pintadas y su potencia corporal reprimida a cada instante por el
reloj tirano, el drama de un gigantón comehamburguesas tratando de llegar al
orgasmo con su chica sin lograrlo nunca. Podía verlo echado sobre su aburrida
mujer, sudando y justificándose con voz entrecortada: “Esperame, mi amor, dame
un respiro y sigo. Tengo que bombear diez segundos y paro otro cachito, ¿sí?
Uff, ahí voy otra vez, esperá que paro tres segundos, listo, ahora respiro, bombeo,
y paro otro cachito, uy, perdón, mi amor, un poquito de paciencia, respiro, ahí
voy otra vez, dos segunditos, vuelvo a parar y vamos de nuevo…”.
Termino con una pregunta, estilo koan zen barrial e improvisado:
¿El futbol americano es una representación pública y simbólica del sexo
tántrico, del interrumpido goce de un coito que debe postergarse hasta el límite
de lo soportable para disfrutar mejor, o es sólo impotencia y flaccidez estirado
a lo largo de tres o cuatro horas para que confluya todo en un orgasmo fallido que
no puede materializarse? Espero que estos interrogantes sean develados en un
futuro próximo, sobre todo porque es posible que me inviten a ver el Super
Bowl, y entonces no sabré cómo reaccionar frente a tanto desborde sin desbordar.
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