martes, 23 de agosto de 2011

DENUNCIE EL CONOCIMIENTO



(Anuncio expuesto en la estación de metro Balderas)

A primera vista el anuncio de la foto nos hace creer que habla de la seguridad ciudadana. Nada más lejos de eso. Léanlo una segunda vez, notarán que en verdad es un ardid de tendencia cultural y subversiva. De una manera, digamos, subliminal nos sugiere algo distinto de la seguridad. Muy distinto.
Se nos ha adoctrinado siempre que el conocimiento debe ser absorbido y luego divulgado, pero por desgracia se cumple más lo primero que lo segundo. Será que la divulgación es optativa y algunos elitistas la desdeñan, guardándose para ellos el saber, no sea cosa que éste se democratice.

Hoy las autoridades (no queda claro si del metro, la ciudad, el gobierno federal o qué, el anuncio no lo aclara) proponen destruir este concepto elitista en pos de una divulgación masiva o, más bien, de una denuncia masiva. Las letras enormes y tremendistas del cartel sugieren que el conocimiento, al ser denunciado, se divulgará mejor.

Analícenlo punto por punto: el “si ves” remite a que vivimos en una era de imágenes, o sea que se trata de ver pintura, cine, todo tipo de artes audiovisuales. El “si sabes” está relacionado con el conocimiento en sí mismo, con su esencia. Saber algo es como decir saber mucho. No por nada los grandes sabios de la humanidad proclamaron que sabían muy poco; sólo los necios se vanaglorian de saber mucho, y suele ser porque saben poco y encima no saben lo poco que saben. La palabra final “algo”, al cabo de ver y saber, es lo mismo que decir “todo”. Ser conciente de lo poco que aprendimos es insinuar humildemente que somos capaces de aprenderlo y saberlo todo.

Es verdad que el término “denuncia” -lo más grande del cartel- usualmente se aplica a la reacción frente a un agravio. Una persona denuncia a otra que la robó, la plagió, que le quitó su novia o novio. No tenía significados positivos. Hasta hoy. ¿No cambiaría el curso de la cultura universal si de saber o ver algo que valga la pena de ser compartido lo denunciemos en vez de guardárnoslo?

Imaginen que sería de la promoción de un libro, disco, pintura, etc (en especial de artistas desconocidos) si la gente empezara a denunciarlos públicamente. Un aviso pagado en el diario podría decir: “declaro por escrito que acabo de leer un libro de poesía de tal autor. Es grandioso, hizo sacudir mi espíritu aletargado y me emocionó hasta la médula. Que este hecho le conste a la sociedad.” O: “volver a escuchar Abbey Road de The Beatles me retrotrajo a mi juventud lejana pero no por ello menos libre y creativa. No puedo menos que hacer saber a la población lo que causa oír este disco. Mi denuncia es un llamado de alerta sobre esta genialidad”.

Y así sucesivamente hasta que las denuncias sean tantas que no haya más que tomar cartas en el asunto y, al menos en los ejemplos citados, la gente lea al poeta o escuche a The Beatles, aunque sea por cumplir con una obligación ciudadana hasta hoy reservada a los alcahuetes, delatores, traidores y demás lacras de la sociedad. Es cierto que así la denuncia no será secreta, y esto, sin ánimo de ofender, es la única falla del aviso: no lo especifica, incluso genera la idea de que nuestra denuncia será anónima y así no hay manera de que la gente conozca algo valioso que otra gente quiere denunciar.

Nota al pie: el cartel dice abajo: “transporte seguro”. Al principio no entendí a qué transporte se refería (tiene la imagen de un avión a pesar de que el aviso está en el metro), pero si denunciar el saber es alimentar el espíritu, entonces supongo que lo de transporte tiene que referirse al viaje interior que uno emprende en la vida, viaje que, según algunas religiones, sabios y filósofos, es un viaje al conocimiento. Conocimiento que nos hará mejores personas, más sabias, tolerantes y amorosas. Por eso: ¡DENÚNCIELO!

martes, 9 de agosto de 2011

ADOPCIONES AL ALCANCE DE LA MANO

Durante años la propaganda gubernamental nos estimuló a hacer las cosas que el gobierno no hacía. En este caso puntual me refiero a adoptar niños, animales, en fin, seres vivos en estado de desamparo absoluto. Muchos de nosotros no nos sentíamos muy lejos de una situación de desamparo absoluto, sin embargo, considerábamos las posibilidades de adoptar. Algún día.

Es posible que los tiempos duros que corren hayan hecho reflexionar al gobierno de que sus utopías, otrora enfardadas a la plebe, ya no son sustentables de ser absorbidas por ésta. No hablo de adoptar un niño/a, tarea casi imposible por la cantidad de exigencias económicas, psicológicas, morales y espirituales que la ley exige a una pareja, todo mientras los niños de la calle siguen pidiendo monedas en los semáforos, abrazando la delincuencia, prostituyéndose y demás horrores que requieren menos trámites. Tampoco me refiero a adoptar animales, siempre necesitados de cariño y atención, recordatorio permanente de todo lo que el hombre debe a la naturaleza, naturaleza que igual el hombre no deja de destruir.

No, nada de eso. Me refiero a que el gobierno aceptó que exigirle a la gente lo imposible no es justo, más si ésta no puede cumplir. Este aviso que ven abajo da paso a la nueva sociedad utópica estatal, que vivirá sin utopías y por ende podrá concretarlas todas.


Nos insta a adoptar una coladera -alcantarilla como se dice en el sur-, y para eso nadie nos exigirá una moral superior, ni plata ni un cuarto extra; podemos trabajar de sol a sol, irnos de vacaciones, incluso morirnos sin siquiera reparar en este pedazo de plancha de hierro una vez adoptada. Lo único que debemos hacer es no llenar la coladera de basura y restos de comida, aunque si lo hacemos no se quejará. Esta propuesta apunta a que seamos buenos padres adoptivos, libre de responsabilidades y en especial de paternidad.

Ayer hice una visita a la coladera que adopté. Como no sabía dónde estaba ni cuál era decidí que la primera que encontrara sería la mía. Por suerte, como la que elegí está a la vista de mi departamento, la puedo cuidar desde mi balcón. Hoy noté a la vecina de enfrente parada en el suyo, ubicado justo arriba de la coladera. Fumaba y hablaba por teléfono. Quizá ella también haya adoptado la misma coladera y quiso brindarle su amor a distancia; miraba para otro lado y estaba muy atenta a su conversación, aún así el cariño se notaba.

Otro caso de utopías prosaicas y amigables con nuestras escasas posibilidades afectivas es la adopción de parques o plazas. Hay que disponer de más dinero que el que se necesita para adoptar una coladera pero, justamente por eso, al pagarle al gobierno éste enseguida nos brinda sus jardineros que, a manera de nodrizas y nanas por contrato, velan por nuestros sitios verdes.


En la foto de arriba vemos que en este parque de camellón hay dos responsables: uno es la notaría, que imprimió su maternidad en un cartel. La otra es Angelina Jolie, que además de bella me comentan que es actriz. Angelina, de bajo perfil y más humilde que la notaría, prefirió no hacer otro cartel especial y agregó su nombre con marcador al lado del de la notaría. Verdadero amor desinteresado de madre.

En estas últimas semanas me llegó correo oficial en el cual se preparan nuevos objetivos de adopción: postes de luz, escombros, basura inorgánica para la gente que gusta de hijos tranquilos, orgánica para los que no le temen a los hijos caprichosos, alambrados, charcos de agua de lluvia, y el clásico que no muere: la adopción de un voto a favor del candidato que pueda ocasionarnos mayor daño. Por control de natalidad cívica podemos únicamente adoptar un solo voto y no puede ser público ni cantado, pero los resultados de las elecciones nos harán saber quiénes fueron nuestros hijos de y quiénes no.

Quizá este siglo que comienza genere el cambio moral que estábamos esperando, el que se adapte a -o adopte- nuestra displicente y eterna comodidad.