sábado, 10 de diciembre de 2011

DIFERENCIAS CULTURALES EN LA APRECIACIÓN DE LA NEUROSIS



Cada vez que veo un cartel publicitario de “Neuróticos Anónimos”, en sus tantas sucursales del Distrito, sonrío al pensar cómo fracasaría estrepitosamente esa propuesta en Argentina de querer masificarse. Y cada vez me pregunto sobre las diferencias culturales respecto a cómo abordar ese tema en la sociedad mexicana y argentina. Aunque uno siempre generaliza al abarcar algo tan incomensurable como la sociedad de un país, las diferencias son claras.

Parecería, al menos a nivel público, que en México los neuróticos prefieren el anonimato. Para algunos (otra vez, generalizando) ocasiona la misma vergüenza que el alcoholismo, de ahí el nombre de la organización. ¿Dirán el primer día de aceptados: “hola, soy Alejandro y soy neurótico? ¿Los demás le dirán con cara de acongojados: “nosotros también y lo estamos superando”?

A pesar de que Sigmund Freud escribió que “el privilegio del ser humano es enfermar de neurosis”, en Argentina el culto a la neurosis se volvió excesivo, incluso diría retorcido, hace mucho tiempo. Los psicoanalistas reemplazaron a los curas, la neurosis reemplazó a Dios, y la salvación del alma hoy por hoy vendría a ser recibir el alta del analista, todo en pos de transformarse en un individuo cabal que enfrenta al mundo con lucidez, equilibrio y, lo más importante, según dicte su propio deseo. Ni la religión ni el psicoanálisis alcanzaron nunca semejante resultado, pero cada creyente, apoye a Dios o al psicoanálisis, persevera neciamente soñando algún día poder conseguirlo.

Igual no es a lo que me refería. Por más que quisiera, un argentino jamás podría mantener su neurosis oculta, menos anónima. Le fascina ventilarla, comentarla, personalizarla y compartirla con gente que aunque no quiera escucharlo/a lo hará porque después le tocará el turno a él/ella para desquitarse explicando su propia neurosis, cosa de dejar en claro que está tratando de “hallar su propio deseo”, “cuidar sus espacios”, “comprender su relación con el otro, la otredad”, etc, etc.

Al indagar en el origen de Neuróticos Anónimos me enteré que fue creado por un ávido empresario norteamericano (es increíble cómo los norteamericanos se enriquecen cuando unen alma y materia, no sólo materia con materia, base del capitalismo tradicional), y que de forma subrepticia en su organización al final todo termina derivando en dios , lo que vendría a ser la contracara perfecta de la neurosis pública y atea de los argentinos.

De hecho, en comparación, nos quedamos atrás. Nuestro ateísmo estándar no puede competir con un interlocutor tan importante como el todopoderoso. Sugiero dejar de lado esta falta de fe, al menos cuando se hable sobre neurosis, y acercarnos más a dios para torturarlo con nuestras insignificancias éticas y morales, ya que en teoría está obligado a escucharnos y entendernos porque somos sus hijos. Creo que eso es mejor que discutir nuestra neurosis con otro neurótico que nos escuchará sólo si después lo escuchamos a él/ella, interesado intercambio que nos deja siempre en cero.

Puede que dios no exista, puede que tanto silencio de su parte indique que su lugar está vacío, pero por lo menos es gratificante que no intente contarnos sus problemas. En el caso de que su mutismo no sea generado por respeto sino porque no existe, bueno, para nuestros fines neuróticos es irrelevante.
Lo que sí nos une con los mexicanos -y con cualquier otro país, sociedad, grupo, etnia, que padezca trastornos psicológicos-, es que nadie se cura nunca, lo que varían nomás son las formas de intentarlo. Si consideramos que a nivel social las formas y las convenciones son necesarias, entonces habrá que cuidar las formas y las convenciones, cosa de tapar lo esencial, lo profundo, eso que nunca podemos cambiar.


1 Al parecer hay reuniones de NA en Argentina, no muy a la vista. Por las dudas, aclaran en su sitio que “es un programa espiritual, no religioso, y son aceptados ateos y agnósticos”. La gente de marketing habrá sugerido mantener oculto a dios hasta que los asistentes ya estén hasta el cuello y no puedan retractarse.

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