jueves, 10 de diciembre de 2015

GENTE DE BARRIO, SENCILLA, GENUINA Y ATENTA… ¿O REACCIONARIA, NECIA Y BURRA?



Mi mujer, embarazada, fue al supermercado chino de la esquina. La saludaron -y la detuvieron en su marcha- dos vecinas de edad medianamente avanzada que, muy sonrientes, querían charlar. No buscaban conversar pero sí monologar. Hicieron preguntas y se apuraron en contestarlas ellas mismas. Indagaron sobre la panza, si era nene o nena. Antes de que Tere contestara dijeron que por la punta de la panza era varón. Tere aclaró que era nena, que ya habíamos hecho estudios. Dijeron que igual era nene, por la punta. Una le preguntó la edad a mi mujer, ella contestó cuarenta. Preocupada, o escandalizada, la señora preguntó en forma de sentencia que, debido a su edad, iría directo a cesárea. Tere dijo que no, que intentaría parto natural. Enseguida fue retada y aleccionada: con más de cuarenta se debe ir a cesárea de cajón, si no puede ser peligroso. La otra señora le preguntó a su vez si se iba a depilar, y en esto sí demostró preocupación, no por Tere sino por el doctor. Insistió que hay que depilarse, para quedar bien, y le recomendó la depiladora profesional “Natacha”, que se encontraba un poco más adelante, sobre la misma calle.

Meses después, Tere salió a pasear con la beba. Una de las vecinas, porque no siempre atacan en conjunto, la interceptó para saludarla. Tere aprovechó para contarle que el parto fue natural, no cesárea, y que todo estuvo bien y en término, a las cuarenta semanas. La mujer asintió, con una media sonrisa, y se apuró en elogiar la belleza de la nena. Tan bella le pareció que le advirtió que se cuidara del mal de ojo; dio a entender que hay mucha gente envidiosa alrededor que podría desearle mal. Por como lo dijo, uno podría haber entendido al revés su consejo y creer que ella era la envidiosa, pero no, se estaba refiriendo a otros. Además, los malos suelen ser los otros, eso es sabido. Preguntó si la habíamos bautizado, también en forma de sentencia. Tere respondió que no, que “éramos ateos”. La mujer exclamó: “¿Eh?” Tere repitió: “Ateos”. La señora intentó deglutir ese concepto, no pudo, lo regurgitó, hasta que en un momento arqueó las cejas y dijo: “ahhh, entonces quiere decir le van a dar la opción de que cuando crezca ella elija si se bautiza o no”. Hay que admitir que su capacidad de síntesis, inconexa y obtusa pero capacidad al fin, logró una frase digna de Groucho Marx. Por desgracia, cuando a continuación y sin motivo elogió al nuevo gobierno diciendo que ahora todo iba a cambiar (dijo cambiaaaar, acentuando la última a con tono de felicidad), y que todo iba a estar bien sin aclarar qué era todo ni porqué iba a estar bien, dejó al genial Groucho por el piso y se ubicó al nivel de Miguel Del Sel, cómico macrista que opera a nivel del subsuelo, incluso por debajo de la cloaca.

Un vecino muy preocupado por la seguridad, que llega a pagarle de su bolsillo a la policía para que vigile extra y que tiene una camarita en su terraza apuntando a la calle, comentó en una charla ocasional en la puerta del super chino que el puesto de Gendarmería, apostado en la entrada de la villa que hay a la vuelta, controla muy de cerca a “todos esos que vienen de países limítrofes, esos que vienen a restar, no a sumar”. El vecino siempre tiene a mano este tipo de comentarios y, con notable ingenio, le busca la vuelta para cada vez criticar de distintas maneras, cosa que nadie crea que se repite en los agravios. Hace poco robaron un auto en nuestra calle. El responsable fue uno de los policías que paran en la esquina. Era argentino, el policía. El vecino, cuando otros vecinos criticaban al ladrón, decidió callarse. Uno dijo que era una vergüenza que un policía robara, pero mi vecino, que se tiñe el poco pelo que tiene de negro azabache y que anda en bicicleta por las veredas del barrio haciendo que uno deba cuidarse al caminar y dejarle paso para no ser atropellado, prefirió, con una ética comprensible, no juzgar un hecho consumado como es un robo y en cambio juzgar a los que, por su pobreza y aspecto, son candidatos a hacer todavía cosas peores si los dejan. Proteger a un policía ladrón es más seguro que darle crédito a un pobre que, en cualquier momento, es capaz de alocarse y robarnos lo que tanto nos costó conseguir (me refiero a propiedades, no al tinte de pelo ni a la bicicleta).

Estas aguafuertes, barriales y desteñidas, reflejan breves momentos cotidianos, que el día a día acostumbra a revolearnos por la cabeza. Nos ayudan a comprobar que los barrios clásicos, donde todos se conocen y chusmean a gusto, donde los vecinos viven a la vieja usanza en casas chorizo y PH´s de pasillo largo, también pueden aumentar la nueva clase de argentinos que se viene. Me refiero a esos temerosos y honestos patriotas que antes estaban desunidos y postergados por la dictadura reciente, y que ahora se reúnen alrededor (desde el comedor de su casa y frente a la tele, pero alrededor) de los mágicos proyectos represivos y retrógrados del nuevo gobierno, que hace un llamado a la ética general para incluir a todos bien afuera de donde viven pocos. Tal cual demostró mi vecino, un humilde clasemediero que no cayó en el facilismo de criticar al cana chorro porque era cana y parte de una institución que él avalaba, sino que hizo el esfuerzo ético de acusar a quienes no habían sido por el lógico hecho de no formar parte de la Argentina del mañana, esa Argentina que todavía no llegó pero que tiene todo para ser igualita a la de muy ayer.

Mi llamado, entonces, es para ustedes, amigos de barrio norte y de zonas caras, que están cansados de vivir con miedo a que les roben y que además tienen la valentía de no tener miedo de que a otros les falte: quiero avisarles que no están solos en su eterno escape de juzgar y acusar a los demás de sus propias falencias, no, hay gente humilde, mucha, que puede acompañarlos. Vengan a conocerlos al barrio de La Paternal. Si no les da mucho asco cruzar la vía podrán juntarse con ellos, amontonarse y ser legión. Sólo depílense antes, porque acá revisan entrepiernas (los vecinos serán pobres pero limpios).

Entiendan que se trata de un asunto moral. Al fin y al cabo, todos quieren sumar en esta glamorosa etapa que comienza, el tema es que para eso hay que dejar afuera a millones que, aunque no resten, suman negativo. Sobra aclarar que si es para unos pocos elegidos quizá la Argentina sí aguante, como pasó con el Arca de Noé. Datos no oficiales aseguran que Noé era un egocéntrico y un discriminador, pero como era capitán del único barco todos se vieron forzados a hablar bien de él. En una de esas ocurra lo mismo ahora y sólo quede en pie esta nueva banda de polizones, por lo menos hasta que termine el diluvio de cuatro años de agua marrón. Nuestros vecinos, los citados, hablarán bien de ellos aunque les llueva mierda.