lunes, 3 de noviembre de 2014

QUEJAS REFLEXIVAS 5




LA CLASE TRABAJADORA


Si existe una clase trabajadora -pocos podrían negarlo- significa entonces que hay una clase, o varias, que no trabajan, o que por lo menos no son injuriadas con ese mote. La clase opuesta a la trabajadora debería ser la clase no trabajadora, pero esa no existe como tal. En su defecto, existe la clase explotadora. Claro que explotar a otro demanda cierta proyección, organización y planeamiento, y eso de alguna manera es trabajo. Pasa que el trabajo (entiéndase como empleo mal pago, con demanda física o mental o las dos cosas y bajo sometimiento) es algo impuesto, nos lo venden como una actividad decente, que dignifica, aunque sólo sea en el papel. Y es en el papel donde la clase trabajadora tiene ese mote digno, en la realidad no obtiene más que burla y desprecio, sobre todo en los que la someten. La clase explotadora, o no trabajadora, no usa papel, salvo cuando va al baño.

Podríamos decir entonces que la clase trabajadora es hija de la clase explotadora, la clase explotadora hija de la clase dominante, y la clase dominante hija del primer canalla que nació en una mullida cuna de oro y se avivó que los que dormían en el piso no se quejaban tanto como para ir a sacarle su cunita. El único trabajo del explotador es avivarse de cómo someter a otro, y se da antes del primer destete. Después ya no trabaja más, y empieza a comer comida sólida, jugosa y sangrante.


HUMILDAD APARTE


¿Y cuándo es que la humildad va integrada y no aparte? Decir “humildad aparte” es retórica por: “Voy a decir lo que de verdad pienso con esta muletilla de corrección política que ni vos ni yo nos creemos pero la digo igual, para quedar bien aunque no quede bien”. La humildad no sólo no va aparte, ni siquiera va, porque, técnicamente, no existe. Cuando existe es falsa y jamás viene separada, como si vienen, por ejemplo, los accesorios de la muñeca Barbie.

La muletilla que podríamos implementar sería “necedad aparte”, eso sí sería un logro. Hacer el esfuerzo de simular no ser un imbécil llevaría a suponer que sabemos que lo somos, y los demás se mostrarían agradecidos por vernos mentir tan dignamente. Necedad mata humildad, porque una existe y la otra no. O quizá lo que no exista sea el “aparte”…


LA GENTE FELIZ NO ESCRIBE


O escribe mal. La felicidad, si la pensamos como un absoluto, deja afuera el dolor y la angustia que, de alguna manera, son el motor de la escritura. Del arte, bah. El artista (suena solemne, y lo es) busca felicidad, yo diría cierta paz, por medio de la catarsis creativa. Le urge decir algo y compartirlo. Esto no significa que tenga talento. Se puede sufrir como chancho en matadero y no hacer nada digno de ser leído por nadie. En ese caso se perdería doble: por ser infeliz y por no utilizar esa infelicidad para escribir bien. Si conocen un caso así no se lo confiesen al pobrecito/a y déjenlo que se vaya muriendo solo/a.

En teoría, la gente feliz viviría su felicidad como una obra de arte constante y no necesitaría expresarla de otra forma más que, simplemente, viviendo. Hagamos como que eso existe, porque yo acá quiero exponer un punto. El asunto es que oponerle a esto que la frustración y la amargura nos van a hacer escritores es todavía más ingenuo. Por desgracia, la felicidad, de la cual nos burlamos muy seguido, casi no existe o se ve muy de vez en cuando, como se ve al Yeti, cada diez, quince años (me refiero a las vistas falsas realistas), en cambio la frustración y la amargura abundan como plaga en medioevo.

En síntesis, tanto dolor no ayuda a escribir un carajo de nada. El mundo está lleno de amargos, de hecho hay más amargos que felices, y eso no ha dado resultados positivos para las letras (ni para nadie pero nadie somos todos). O sea que la infelicidad ocasiona más quejas que libros, más suicidios que versos, y más confusión que liberación artística.
Terrible verdad que tendremos que sobrellevar. Lo único que se me ocurre para contrarrestar esto es leer menos y ver mucha televisión. Al fin y al cabo la tele está hecha por y para depresivos, y está al alcance de uno. No es poco si lo vemos con ojos conciliatorios y pro psiquiátricos.

lunes, 25 de agosto de 2014

UN TERRORISTA LITERARIO

 (Nota publicada en el suplemento cultural de Tiempo Argentino, agosto 2014)






Quizá la única pelea de la que salió lastimado Jonathan Swift fue la que sus detractores planearon bien: hacer creer al mundo que Los Viajes de Gulliver es un libro infantil. No que fuera una táctica pensada, sus detractores nunca fueron tan inteligentes, pero eran legión y ganaron por cansancio.

¿Quiénes eran sus detractores? Los hipócritas, los necios, los poderosos, los cínicos, los cómodos. Como sea, hoy sigue siendo fácil combatir y ganar la antigua pelea de Los Viajes de Gulliver, alcanza con leerlo en su versión original. Gulliver es todo menos un libro para niños, es un libro que ataca la hipocresía de la sociedad de su tiempo y de cualquier tiempo, que se burla de las inmundicias del poder político, de las instituciones, de la ciencia, del progreso. Su vitalidad destructora sigue golpeando hoy igual que en 1726, cuando fue publicada. Los liliputienses, los gigantes de Brobdingnag, los apestosos humanoides yahoos o los elegantes caballos houyhnhnms, más que personajes en sí mismos, son formas de expresar el rechazo de Swift a la estupidez humana. Los creó para exponer lo peor de nuestra raza, no para crear una narrativa fantástica, menos para entretener a un nene.

Swift vivió la mayor parte de su vida en Irlanda, mientras que viajaba seguido a Inglaterra por su carrera política; ahí conoció bien los vaivenes del poder. Era Deán pero sus escritos parecen redactados por un ateo furioso. Este inclasificable irlandés fue clasificado como misántropo, como amargo, y aunque es eso a la vez es mucho más. Es un autor que sigue vigente por su estilo y capacidad literaria y porque lo que atacó de la sociedad no era producto de un momento histórico sino síntomas de la condición humana y sus contradicciones.

En “Una modesta proposición para evitar que los hijos de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o su país y para hacerlos útiles al público”, Swift dice que es muy feo para la gente decente ver tantos niños pobres con sus madres arrastrándose por las calles de Dublin, madres que lo único que hacen es parir sin responsabilidad alguna para que luego, encima, esos niños se conviertan en delincuentes, que sería mejor que el estado se encargase de usar esos nenes como comida para los ricos. “Concedo que este manjar resultará algo costoso y será, por lo tanto, muy adecuado para los terratenientes, que como ya han devorado a la mayoría de los padres parecen acreditar los mejores títulos para los hijos”.

En el caso de su famoso libro, Los Viajes de Gulliver, las interpretaciones pueden ser infinitas. Gulliver es un tipo mediano, sin grandes ambiciones, que viaja a lo loco y cuenta lo que ve sin dar más que opiniones estándar, ingenuas, cosa que, como buen satírico, el autor aprovecha para despacharse sin asco contra los reyes y sus reinos (los reales más que los imaginarios). Gulliver es una herramienta, no un personaje. Es posible que la manera en qué es recibido en cada lugar que visita demuestre la malicia de Swift para retratar cómo los humanos nos acomodamos en distintas posiciones sociales, laborales, culturales. En Liliput el gigante Gulliver es visto como una amenaza. Tratan de usarlo políticamente y luego destruirlo, ya que puede volverse un peligro para el reino, que sólo gobierna mediante la coacción. En el reino de Brobdingnag, Gulliver es una divertida miniatura y termina siendo objeto de compasión por verse tan indefenso. O dicho de otra manera, el agachón que se vuelve chiquitito y se deja usar por miedo a ser aplastado es tolerado por los poderosos y hasta se vuelve respetable.

A pedido del rey de Brobdingnag, que quiere saber cómo se vive en Inglaterra, Gulliver narra en detalle cómo son sus monarcas, sus leyes y sus jueces. El rey termina diciéndole, asqueado: “Has probado que la ignorancia, la pereza y el vicio son los ingredientes apropiados que califican a un legislador, que las leyes las interpretan y aplican mejor aquellos cuyo interés y habilidades están para pervertirlas, confundirlas y eludirlas. No parece que se necesite virtud alguna para ostentar un cargo entre vosotros, mucho menos que los hombres sean ennoblecidos por su virtud, los sacerdotes exaltados por su piedad o sabiduría, los soldados por su conducta o valor, los senadores por el amor a su país (…) Por las respuestas que he obtenido penosamente de ti, no puedo menos que sacar la conclusión de que tus compatriotas son la raza más perniciosa de odiosos gusanitos que la naturaleza haya permitido arrastrarse sobre la superficie de la tierra.”

Lo que reclama Swift debajo de su disfraz de terrorista literario es exponer el dolor profundo de un corazón vejado, como buen hijo bastardo de un mundo sin esperanza. Su literatura, un extenso y detallado plan de ataque, es el resultado de esta comprobación triste y patética. No es que haya amor escondido en su literatura, lo que hay es la comprobación de la falta de amor y generosidad en la mayor parte de la humanidad. A pesar de todo, por medio de la burla y el aparente desprecio, Swift rescata al ser humano, ya que no olvida el dolor de los abandonados, los humillados, los desprotegidos. Esto puede detectarse en sus diatribas si se las lee con atención, ahí se ve la herida expuesta, lo que él hubiera deseado que fuera diferente. En “Una modesta proposición…”, después de asquearnos con que sería mejor comernos a los bebés de los pobres, deja deslizar con una ingenuidad deliciosamente tramposa: “Que ningún hombre me hable de otros recursos, de crear impuestos para nuestros desocupados, de introducir parsimonia, prudencia y templanza, de aprender a amar a nuestro país, de cuidarnos de no venderlo y no vender nuestra conciencia por nada...” Eso piensa en el fondo Swift, pero claro, en la sátira el juicio moral no golpea directo, viene oculto en la ironía, como veneno en una bebida.

De todas formas, lo positivo en Swift es muchísimo, se podría decir que si se ataca a la humanidad con tanto arte entonces quizá no todo esté perdido. Suficiente motivo para leerlo y dejarse llevar por su furia y su inteligencia, que no envejecieron nada en estos casi trescientos años. Como dice el epitafio de su tumba en la Catedral de San Patricio, que él mismo dictó antes de morir:

“Aquí yace el cuerpo de Jonathan Swift, doctor en Sacrosanta Teología, Deán de esta catedral, lugar en que la salvaje indignación ya no puede lastimar su corazón. Ve, viajero, e intenta imitar, si puedes, a este dedicado y severo defensor de la libertad".
Con amargura o no amargura, con misantropía o no misantropía, esa defensa es lo que lo llevó a escribir a este irlandés fuera de serie, siempre.





* Circulan muchas ediciones de los textos de Jonathan Swift, viejas y nuevas. Yo recomiendo las traducciones de Eduardo Stilman para la editorial argentina Corregidor, tanto de Los Viajes de Gulliver como de Escritos Subversivos, edición que además viene con excelentes notas de Stilman, que aportan jugosos datos del autor, de su época y de la nuestra. En el caso de encontrar otras ediciones de Los Viajes de Gulliver tengan cuidado de no caer en la clásica trampa de llevar el libro para niños. O dicho de otro modo, de no llevar el libro censurado y domesticado. Es que el lector de Swift también debe cuidarse de la maldad y estupidez humana…

lunes, 30 de junio de 2014

SOBRE FRASES HECHAS QUE DE TAN HECHAS NADIE REPARA EN LO ESTUPIDAS QUE SON.




Está claro que las frases hechas se dicen sin hacer alarde y sin apropiárselas, pero, ¿eso le resta culpabilidad al bocón que las cita sólo porque no se hace cargo de hablar por sí mismo? ¿Hablar con muletillas es un acto que no puede ser juzgado sólo porque es cotidiano, coloquial, en teoría inofensivo? En estos últimos días escuché estas tres frases en boca de personas al pasar, en la calle, en el supermercado, en el colectivo. Pensé que estaban extinguidas, y pos no.


“POBRE PERO HONRADO”

Es cierto, esta cayó en desuso por ser -digamos- políticamente incorrecta. También es cierto que lo que desapareció fue la frase, el sentimiento oscuro que la pergeñó sigue vivo y colea con alegría. Incluso hoy, que vemos cómo el mundo es fagocitado y destruido por ricachones y corporaciones fuera de control que depredan tierra, gente, fauna y flora, no hay una sola y miserable frase que diga, ni siquiera en chiste, que fulano “es rico pero honrado.” Será que es una paradoja tan violenta que no da ni para frase hecha, o más bien será que los ricos no permiten que circule semejante frase. Como pobres honrados puede haber, y a veces hasta en gran cantidad, se los estigmatiza de forma preventiva, por si algún día dejan de ser honrados (aunque no pobres). Su transformación, en ese caso, sería para peor, para volverse ladrones. Escuetos y humildes ladrones, sí, pero tan audaces como para robarles algunos vueltos y cambio en monedas a los empleados de corporativos que roban y destrozan este mundo por completo.


“YERBA (HIERBA) MALA NUNCA MUERE”

Frase de índole moralista con pretensiones de sabia, errónea en todo sentido. La yerba mala sí muere, igual que la buena. Pasa que son tantas las yerbas malas que parecen un sólido bloque, una inmunda masa inmortal que vive una sola existencia desde el inicio de los tiempos, nomás para amargar a las poquitas yerbas buenas que salpican de hermoso verde a este planeta. Es una frase hecha, o refrán, muy efectiva si uno la aplica a la gente que considera yerba mala y uno se considera yerba buena, huelga aclarar. Desde este punto de vista, se puede aplicar a todos y a todas desde cualquier lugar o situación y así las yerbas malas terminarían siendo siempre los demás, no uno. Es una frase unisex, abarcadora al infinito, y de contenido tan vasto como para rellenar un tercio de átomo.


“GANARSE LA VIDA”

Esta frase, probablemente inventada por plutócratas que no deben ganar nada pero que necesitan peones que los mantengan y acicalen, da a entender que la vida no es merecida por nadie, o al menos por nadie que no pueda pagarla. El acto de nacer, según dictaría su significado tras bambalinas, ya es un hecho doloso y venal. Para paliar esta infracción hay que demostrar que uno debe ganarse la vida, manera hipócrita, arcaica y cursi de decir que uno debe ser un esclavo a servicio de otros. El criminal, ser moralmente superior a cualquiera que viva tan rebajado como para aceptar que su vida no vale nada y se obligue a servir a otros para comprar su mísero lugar en el mundo, se niega a pagar el precio de existir y al robar quiere creer, en su fuero interno, que obliga al que tiene riqueza a que comparta su prerrogativa de no pagar impuestos a la vida con él/ella. Es una manera de ejercer un comunismo torpe y pervertido dentro de un sistema capitalista que manda sin fisuras. Y nadie gana. No vida, sí a veces algo de plata.

lunes, 9 de junio de 2014

EN DEFENSA DEL PAPA FRANCISCO




Se armó cierta polémica la semana pasada por los dichos del papa respecto a tener mascotas en vez de hijos. Eso, según él, ocasiona una vejez en “mala soledad”. Creo que se atacó al santo padre injustamente o, en el caso, se lo atacó sin entender la generosidad con la que él, en el fondo, se refirió al tema. Trataré de explicarme, y a la vez expondré otros puntos de vista para no ser parcial en mi opinión.

Algunas personas, enojadas, alegaron que si los curas no tienen hijos no pueden opinar al respecto; otros, que si los curas no tienen mascotas tampoco pueden opinar sobre ellas (al parecer las mascotas en la curia no están permitidas, aunque más de una iglesia cuenta con gatos para cazar ratones pero se trata de gatos naturales, o sea que no son reconocidos por sus padres-curas y no figuran legalmente).

Justo por carecer de estas experiencias vitales es que el Papa opina. La opinión gratuita es muy valiosa para las masas, y se la ejerce con entusiasmo y displicencia. Todos tenemos derecho a criticar cualquier cosa, sepamos algo o no sobre esa cosa, la entendamos o no, nos importe o no. Y también tenemos el derecho de no anteponer ningún criterio para hacerlo. Si no, no sería una opinión gratuita, sería una crítica, un análisis, y eso requiere algo de pensamiento previo, cosa que no es atractiva para el que desee criticar rápido y fácil. La mayoría de las opiniones que uno escucha a lo largo de la vida son antojadizas, gratuitas, inútiles, desdichadas. Y que yo sepa, nadie las ha prohibido. Si el papa quiere acercarse a la gente de la misma forma en que lo hace un verdadero líder, o sea, masivamente, debe opinar lo que se le cante y sin ningún tipo de rigor ya que, visto de manera generosa y democrática, para los ignorantes decir estupideces es una manera de ser popular, de hablar claro y para todos, en suma. Y como ignorantes hay de clase alta, media y baja, no hay mejor manera de ser popular que hablar al pedo.

Pero ojo: eso no quiere decir que hay que hablar como un populista, y me refiero a esa peligrosa clase de populista que trata de hacer pensar a la gente mediante ideas, propuestas, conceptos, en pos de darle opciones y posibilidades de elegir; eso es peligroso porque puede derivar en acciones impensadas, justicieras. La acción es enemiga de la opinión gratuita, y lleva a la anarquía.
Lo que Francisco dijo es que el hecho de no criar hijos y tener mascotas es una forma de asegurarse una vejez solitaria y amarga. Y que “no es lo que hace Jesús con la Iglesia, que la fecunda”. Quizá Jesús, por no haber tenido hijos él mismo, se obsesionó a lo largo de los siglos -desde el más allá, por supuesto- y de tan arrepentido que está por no haber engendrado en su momento insiste que ahora todos tengan hijos y que no hagan como él, que sigue siendo junior y no padre. Es probable que de no haber sido asesinado hubiera tenido hijos. Aunque, en plan de contemplar todos los ángulos del tema, no hay que olvidar que murió a los treinta y tres años, edad que para aquella época era como morir de viejo, alcanzaba para ser abuelo y hasta bisabuelo joven. Las malas lenguas dicen que lo clavaron a la cruz apoyada en el suelo porque estaba demasiado decrépito para subirse por sus propios medios y clavarse él solito.

Lo importante, y es lo que acerca a Jesús con nuestro papa (¿o se escribe Papa?), es que no podía tener familia porque estaba ejerciendo un cambio histórico mundial a través de su prédica y militancia, y le resultaba muy demandante. Claro que, si uno lo piensa, es como descuidar lo que hoy dice Francisco que es lo que Jesús fecunda: la familia. Quizá sea mejor no pensarlo. Además, al nazareno este emprendimiento sin duda le llevaba las veinticuatro horas del día, no lo podría haber hecho en sus ratos libres, mientras llevaba los nenes a la escuela o a natación (sí, había cursos de natación en esa época, intercalados con cursos de bautismo).

La verdad, y aquí viene mi defensa, es que si Francisco no tiene hijos ni mascotas es porque se sacrifica por nosotros, igual que Jesús, por eso somos nosotros los que tenemos que engendrar y hacernos cargos del amor y los mil quilombos y problemas que ocasionan tener hijos. Él nos guiará por el buen camino mientras nosotros trabajamos extra y nos deslomamos para que nuestros hijos no sean unos egoístas que el día de mañana se limiten nomás a tener mascotas y morir solos.

Muchos individuos, ateos y maliciosos, dicen que con más hijos en el mundo ayudamos a que los curas pederastas alimenten su perversión. Ese modo de pensar es falso e infame. La lógica debe imperar antes de la crítica gratuita (a menos que seamos el papa o cualquier líder con posibilidad a criticar a niveles más elevados que un foro de internet o los comentarios de lectores de Clarín online). Un pederasta, al no poder casarse, no puede utilizar su perversión para estar acompañado y llegar a su vejez sin amargura. Y no sólo por no casarse, sino porque le gustan los niños y los niños crecen y al crecer pierden interés para él y lo abandonan. El cura siempre estará solo para ejercer su deber sagrado, y ser pederasta no lo exime del sacrificio que Francisco no quiere para los feligreses. Su voto de soledad es para que los niños vejados puedan volver a su familia, ya fecundados.





Con mi mujer decidimos hacerle cruz-diablo y vade retro a nuestros gatos,
pero como están tan llenos de demonios no nos dieron ni bola.



Por otra parte, Francisco dice que al tener mascotas uno tiene mucho tiempo libre y puede irse de vacaciones y cultivar el egoísmo. Yo, como pecador nato, confieso que irse de vacaciones con mascotas es un problema, ya que hay que pedirle a la familia y a los amigos que las visiten y las alimenten cada día mientras uno no está, más si uno tiene dos gatos y un perro, como dijo Francisco. Mi mujer y yo tenemos dos gatos, no perro (somos peores egoístas que los egoístas que condena el papa). El egoísta más perverso e inteligente no tiene ni hijos ni mascotas y viaja a gusto. De hecho, le conviene ni siquiera tener plantas, que demandan riego y cuidado. Pero esa clase de perverso es tan diabólico que ni el santo padre quiso ensuciarse la boca al mencionarlo.

El papa aclara que este egoísmo de no engendrar hijos es producto de la “cultura del bienestar que se ha propagado en los últimos diez años”. O sea que, en otras palabras, nos dice que tener hijos atenta contra el bienestar. Es por eso que digo que él se sacrifica y no los tiene, justo para tener tiempo de predicar esta moral, que requiere de mucho tiempo libre, y el tiempo libre es bienestar (claro que si uno no lo consume viajando y de vacaciones, eso sí es pecado).

Sin dejar a nadie afuera de la discusión, se puede decir que, si seguimos esta línea de pensamiento, también sería justo que la gente que sí tiene hijos y animales y conviven con los dos o por separado con armonía, comprensión y amor, pueda criticar al papa. Podría ser justo pero no debería serlo. ¿Por qué? Porque las personas que, con feroz intolerancia, criticaron al papa en estos días no saben lo que es vivir sin compromisos afectivos, no saben lo que es no tener que preocuparse por nadie, ni por sus hijos ni por sus animales, muchos de los cuales conviven con nosotros desde hace milenios y estaban antes que los humanos llegáramos al mundo, no saben lo que es aguantarse los impulsos sexuales en pos de nada, o de desatarlos de las maneras más perversas, no saben lo que es sostener una institución corrupta, hipócrita y criminal que habla del amor cuando acumula riquezas que podrían repartir para los animales abandonados e incluso para los niños muertos de hambre que pululan por el mundo, no saben lo que es apoyar dictaduras o monarquías en pos de favores políticos y económicos y, en fin, no saben nada de lo que demanda ser una figura responsable y necesitada de sostenerse en el poder. Sin embargo, son capaces, desde su ignorancia, desconocimiento e incomprensión, de decirle al papa que se vaya a la reputa madre que lo parió con sus consejos inútiles, ridículos y miserables.

Para terminar yo propongo calmar las aguas, conciliar, comprender y seguir el consejo de Francisco: vayan todos a la cama y cojan, garchen, chinguen, hagan lo que sea que dé los frutos requeridos para que no sean pecadores. La peor soledad es estar viejo y solo, y empezar por coger mucho, según asegura de manera indirecta el papa, nos librará de ese pecado, que no es pecado original pero sí actual y novedoso.