martes, 21 de junio de 2011

IRREVERENCIA EN LA CATEDRAL

Tenía que hacer tiempo para una reunión. Estaba en el centro histórico y no quise ser original, así que paseé por la plaza, miré el descuidado mapa a escala de Tenochtitlán y finalmente entré a la catedral. Atravesé la nave, di vueltas por los pasillos y rincones, todo a media luz. Siempre me pasa lo mismo: yirar por las iglesias sin ser religioso me genera cierta incomodidad, me siento un intruso, como un turista sacando fotos.

Pasaron los minutos y me di cuenta que los turistas -que eran legión- resultaron en ese contexto, con sus fotos y murmullos, tan genuinos como los que rezaban. La iglesia se adornaba con los dos.
Hice lo que nunca, me senté en uno de esos bancos largos e incómodos. Los sentados rezaban, los turistas se mantenían de pie, buscando el ángulo. Observé los miles de detalles del retablo ultra barroco y puse cara seria, como si me importara.

Una mujer detrás de mí parloteaba en voz baja con una amiga. Sin duda eran devotas pero ahora se tomaban un recreo entre rezo y rezo.
- … Y otra vez me vino con lo mismo el chamaco. Mamá, ¿por qué dios no tiene cara?
- Ah, mira. ¿Qué le dijiste?
- Por seguridad.

Me levanté, renegando de mis cuidados hipócritas, y paseé por la catedral con un desparpajo que nunca alcanzaría el nivel de respuesta de esa señora.

3 comentarios:

Gatto dijo...

Ja, qué respuesta!

Gabriel dijo...

Gran respuesta! que Dios te bendiga Ale.

Anónimo dijo...

Un gran final!
Besos
Flo