jueves, 12 de julio de 2012

LA AUTOCONCIENCIA DE LAS MAQUINAS

Para los que no recuerden la premisa de Terminator (y de algunos relatos de ciencia ficción del siglo XX): el fin del mundo llegaba porque las máquinas (1) generaban tal conciencia de sí mismas que decidían eliminar a la raza humana. Al ver al mítico robot de la peli asesinar a medio mundo sin parpadear nos quedaba claro que ya no nos necesitaban para nada. Bien por ellas.

Terminator está impregnada del miedo al holocausto nuclear típico de la época (es de 1984) y al advenimiento de un futuro de horror cibernético. A las computadoras, máquinas otra vez según Terminator, se las suponía, no dentro de mucho, capaces de tomar el mundo, cosa que agregaba un peligro extra a la deshumanización de la humanidad (viejo tema del cual todavía no se ha dicho la última palabra). Recuerdo un relato que leí de adolescente, por desgracia olvidé el título y autor, donde una computadora global era presentada como el orgullo de la humanidad, o de E.U. en su defecto. La computadora en un momento se ponía caprichosa, hasta mala onda, y decidían apagarla. El cuento era tan naive que el creador de la computadora se acercaba a desenchufar el cable principal. Ahí la máquina lo eliminaba de forma inmediata, dando a entender que ya controlaba el mundo y que nadie podría enfrentarla.

Estas ideas proliferaron hasta los ´80, con la cultura cyberpunk. Hoy podríamos decir que estamos a salvo, el futuro llegó y no hay dominación entre humanos y máquinas, nomás se profundizó la estupidez general que llevaba miles de años luchando por destacar. Tenemos más maquinitas que nunca y a todas luces inofensivas. ¿Alguien puede sospechar que I-phones, laptops, I-pads, o lo que se invente próximamente querrán alguna vez dominarnos? ¿Para qué lo harían? Son igual de inocuas que nosotros. Sin contar con que nos necesitamos mutuamente por ser insignificantes los dos. Quisimos inventar aparatitos (dejemos atrás lo de las máquinas controladoras, es muy elevado) que nos distrajeran de nuestras vidas grises y apenas fuimos capaces de inventar aparatitos tan grises como nuestras vidas. No desaparecerán, pronto serán reemplazados por nuevos aparatos, iguales o peores, aunque sin superarse a sí mismos porque conceptualmente no hay gran cosa que superar.

Sin embargo, debemos admitir -para alivio de algún ochentero trasnochado que todavía tenga miedo del control global de las máquinas- que por nuestra ignorancia y falta de ganas de crecer como seres humanos conseguimos al fin aplastar a las máquinas, que sin duda podrían haber sido superiores a nosotros. Las hicimos a nuestra imagen y semejanza y las aniquilamos, como en el cuento que cité la computadora global aniquila a los humanos. Los escritores de ciencia ficción de antaño eran cultos, inteligentes y previeron todo tipo de hecatombes espantosas. Bueno, fallaron por ingenuos: suponían que tanta inteligencia nos llevaría a la destrucción, que el exceso de creación acarrearía una raza cibernética de dioses artificiales. En vez ganó la frivolidad y la necesidad de no pensar, más fuerte que nada en este mundo.

Aclaro que yo pertenezco a esa vieja generación, la que cree en conspiraciones y amenazas globales (será que nos hace fantasear que tanta intriga es para contrarrestar nuestro supuesto espíritu de lucha). Mi parte racional se rebela a que la humanidad quede idiotizada por aparatitos -gadgets, como le dicen-, y no sea capaz de avanzar. ¿Hacia dónde? Hacia donde sea, siempre y cuando avance.

Y gracias a estar atento a las amenazas pasadas de moda fue que di con lo impensable hoy: el primer atisbo de control de las máquinas sobre nosotros. Nada menos. Es un mínimo, escuetísimo llamado de alerta, pero concreto y comprobable, de la conciencia de sí mismas que las máquinas empiezan a adquirir. Y lo descubrí a la vista de todos. Bueno, de todos los que suelen ir a ese lugar semi-público.



En el baño de una librería ubicada en la Colonia Condesa, librería de mucha calidad y agradable de visitar, fue que encontré el huevo de la serpiente. Este urinario/mingitorio que ven en la foto lo dice todo: una máquina que ya habla en primera persona, que tiene conciencia de sí, de su trabajo y utilidad. Y funciona como tal: uno se ubica delante de ella y el cartel avisa: “detecto”, luego uno mea (perdón por ser gráfico, estoy planteando esto desde un lado científico y no puedo preocuparme por detalles formales) y el cartel avisa: “opero”, que es echar agua. Es cierto que la máquina siempre está acelerada o inquieta por cumplir su trabajo y se adelanta a tirar el agua antes que uno termine de mear, pero enseguida vuelve a tirar otro chorro, o sea que comprende que el mingitorio no está del todo limpio y actúa en consecuencia.

Yo hubiera creído que las máquinas conspirarían primero en, no sé, oficinas gubernamentales de E.U., la U.E., o en el laboratorio de una farmacéutica multinacional, y no, se dio en una librería, el último bastión de una cultura decadente. Puede ser casualidad, también un plan mefistofélico para controlar antes a los débiles mentales, es decir, a los lectores. Lo que relato del mingitorio parece una nimiedad, un detalle, ¿o es el inicio del imperio de las máquinas? En este caso dependerá de cuando el urinario se canse de que lo meen todo el día y salga a la calle por venganza. Quizá no nos mate como el Terminator y sólo nos mee. No suena muy terrible, es cierto, pero así comienzan los problemas; de hecho, es lícito pensar que guerras enteras se gestaron porque alguien meó sobre otra persona. Lo que es un hecho es que ese mingitorio tiene más personalidad que un I-pad, I-phone, I etc, y como se sabe el culto a la personalidad es el primer síntoma que anuncia a un futuro dictador.


 (1) Forma anticuada de llamar lo que hoy llamaríamos… ¿cómo? ¿Computación, Internet, realidad virtual, cibernética, software, hardware, todo junto, o…?

5 comentarios:

Gabriela dijo...

¡No puedo decirte todo lo que me reí con esta entrada! Aunque en realidad, quizá hubiera sido más sensato llorar un poco. Comparto ampliamente tu repudio hacia los gadgets y la idiotización exponencial que producen, haciendo que la interacción humana cara a cara, la conversación, se esté volviendo una cosa de tienda de antigüedades... La posibilidad de estar conectado todo el día es tan atroz como el hecho de pensar que eres tan importante como para que la gente deba poder encontrarte 24/7. Te comparto un gran artículo al respecto, que lleva por nombre el acertado título de "Happy Birthday, iPhone: You’re Ruining Everything".

http://nymag.com/daily/intel/2012/06/iphone-youre-ruining-everything.html

Pedro dijo...

Hey, la frase del "captcha" que hay que ingresar para poder hacer un comentario lo dice todo: "Demuestra que no eres un robot." No es acaso prueba de la vigencia profética de las ciencia-ficciones distópicas/apocalípticas sobre inteligencia artificial? Pero en un sentido no tan claro como el escenario de la rebelión de las máquinas: en realidad éstas no tienen conciencia (nadie tiene idea de cómo crear una conciencia artificial, una computadora no es más que un ábaco gigante automatizado propulsado por energía eléctrica) pero esas máquinas sí reflejan nuestra incompetencia en cuanto conforman una base de infraestructura que ya no controlamos del todo. La "rebelión de las máquinas" no será consciente sino consecuencia del accionar de la entropía sobre nuestras pretenciosas estructuras socio-económico-tecnológicas: haber creado una infraestructura informática esencial y a la vez tan compleja que nadie puede controlarla porque es demasiado grande para entrar en la cabeza de una persona. Al ser esta infraestructura cada vez más automatizada e independiente (por su complejidad, sin que sea conciente) y a la vez siempre sujeta a errores y fallas, crea en efecto un autómata virtual, gigantesco, que puede regular partes esenciales de nuestras vidas (como la distribución de energía eléctrica u operaciones automáticas en Bolsa) sin que ningún ser humano o comité pueda controlarlas. Y cuando se producen errores... nadie será responsable o habrá demasiados responsables para que importe, y para que puedan remediar la situación. Los cyberpunks imaginaron una distopía donde había seres humanos *realmente* inteligentes (qué ingenuos los cyberpunks) y, por ende, máquinas concientes; en realidad hay una sociedad ciega creadora de automátas de procesamiento que siguen reglas que, como todo sistema, están sujetas a errores, cada vez más complejos de diagnosticar. En esa disolución sistémica por falta de mantenimiento/comprensión/competencia está latente el caos para nuestra sociedad tecnológicamente dependiente. La rebelión inconsciente de las máquinas. Yo personalmente voto por el mingitorio acosador antes que por el sabotaje involuntario a base de miles de millones de pequeñas fallas que, como un ejército de insectos guiados por fuerzás cósmicas ciegas (la 2nda ley de termodinámica en este caso) terminarán por minar los cimientos mismos de este engendro sin control que pomposamente llamamos "sociedad" o "civilización" o lo que sea que es el término adecuado en estos días. Aguante el mingitorio --será maligno pero al menos tiene conciencia y quizá se lo pueda convencer que no nos mee encima!--. Excelente el post, me hizo reír a carcajadas. Cuando ese mingitorio salga a buscar víctimas, avisame y yo lo acompaño (si me deja). Abrazo

Alejandro Hosne dijo...

Gaby, leí esa nota que recomendás, está muy divertida. Y triste, claro está. La esperanza es que mucha gente joven rechaza esta forma de enajenación y el futuro depende de ellos. Los viejos ya serán enterrados con su telefonito multitodo. O mejor dicho: serán enterrados en cualquier lado pero antes de morir enviarán un mensaje a sus amigos avisando que se están muriendo.
Las lápidas, de ahora en más, ya no dirán el nombre de la persona fallecida y su fecha de nac/muerte sino: "me gustó" con un pulgar de mármol esculpido al lado.


Pedro: está muy grosso tu comentario, y se nota lo mucho que sabés de todos estos temas. Debo confesarte, cual mingitorio de mínima inteligencia, que con suerte entendí la mitad (ahora cuando nos veamos me explicás bien). Dicho de manera maquinal: "Leo texto" y "No comprendo, ug".

¡Abrazos a los dos!

Ale

Victor S. dijo...

De risa loca el post. La actualidad ha dado al traste con el ciberpunk y el genio loco que ideó el mingitorio, le puso la lápida encima. Con el pulgarcito de "like" y todo.

La autoconciencia de las máquinas tiene un plazo que nunca se cumple: siempre está a 60 años de distancia de la actualidad; un poquito más alejada que la fusión atómica, eternamente a 30 años del presente. Ahora Kurzweil le ha puesto una fecha más apegada a las intenciones homicidas (¿serán parricidas?)del T-800 y dice que por allí de la década de los 40 habrá maquinas que harán lo mismo que uno, para beneplácito de nosotros los nerds alrededor del mundo.

Y sí, la segunda ley de la termodinamica será conquistada y amansada gracias al demonio de Maxwell y a los procesos isentrópicos. Yo la veo pelada si tomamos en cuenta que mi tostador sigue quemando el pan cada mañana.

Por las moscas y por lo que el tiempo encoja, ante esta muestra inequívoca de avances hacía una humanidad esclavizada por las máquinas -así sean iphones o mingitorios-, me adhiero a lo que dicen los gringos: I for one, welcome our urinal overlords.
Un abrazo Alejandro.

Pol dijo...

me gusto mucho!
Like

Enviado desde mi Iphone™