jueves, 29 de octubre de 2015

ALGUNAS ACLARACIONES SOBRE LA VILIPENDIADA ELECCIÓN ARGENTINA DEL 25 DE OCTUBRE Y LA INTOLERANCIA DE LA IZQUIERDA


Pudimos comprobar, con agrado, que gran parte de nuestra sociedad dio su voto el último domingo. Es decir, dijo lo suyo. Por desgracia, el lunes siguiente a la votación algunos intolerantes comenzaron a criticar a la inmensa cantidad de personas que votaron por el candidato -o candidatos, no había uno solo- de la derecha.

No voy a ahondar en la eterna dicotomía derecha-izquierda que tanto enfrentó a los argentinos. Es cierto que nunca pudo enfrentarlos demasiado porque la mayoría siempre apoyó a la derecha, pero hay unos pequeños grupos facciosos (algunos incluso con millones de integrantes en cada grupo) que siguen negando la realidad y atacan verbalmente a esa derecha que suele contratacar con represión física, injurias y censura, sólo que ahora no puede hacerlo porque necesita ganar las elecciones.

A lo que me refiero es que se están utilizando eslóganes descalificadores como si fueran argumentos. A continuación quiero enumerar algunas de estas descalificaciones, intolerantes y antidemocráticas, con la esperanza que ayude a profundizar la desunión entre los argentinos, que no es algo negativo porque, justamente, la desunión ayuda a que no nos juntemos con quién no queremos.

-      El argentino no tiene memoria”. Frase que hoy está siendo utilizada por la izquierda para agraviar a los votantes del candidato de la derecha. Es una falsedad, ya que intenta implicar, con su doble y malsano sentido, que de tener memoria el votante hubiera votado de otra forma, por no decir al revés. Yo digo que sí tiene memoria, y que esa memoria es la que llevó a millones de votantes a tratar de recuperar aquellos tiempos pasados de destrucción social masiva. Puede que no haya ningún tipo de cerebro activo capaz de decodificar esa digna y saludable memoria, y que por eso apenas queden imágenes fragmentadas y sin ilación, como un proyector que pasa una película en un cine vacío; también puede ser que al no tener el menor coeficiente intelectual el votante no entienda qué es lo que está recordando, pero que hay memoria, la hay, y no respetar esa genuina memoria nos lleva a la intolerancia y a la agresión gratuita.

-      El que vota a Macri no sabe lo que hace”. Otro insulto personalizado. Subestimar y juzgar es nocivo para la democracia. Los votantes de este candidato saben muy bien lo que hacen y porqué lo votan. Es indignante que se le reste validez a ese voto que, por ejemplo en la provincia de Buenos Aires, alcanzó niveles históricos al apoyar a una desconocida que los bonaerenses prefirieron más que a otros candidatos porque ella, joven y entusiasta, no tenía ningún referente positivo en su historial. Votar a una doña nadie que no sabemos cuán desastrosa puede llegar a ser en vez de votar al candidato que no queremos que gane es dar un voto a lo nuevo. Si alguien alega que lo nuevo no es nuevo y que le va a partir el culo a la mayoría, está adelantándose a los hechos, y las previsiones negativas también generan violencia social.

-      El odio llevó a la gente a votar a Macri, sólo lo hizo para joder al FPV”. El ánimo descarriado y resentido que llevó a tantas personas a apoyar al mismo candidato, que tiene la virtud de hablar como rico de punta del este y como populachero de barrio al mismo tiempo, no puede calificarse como odio, eso es deshonesto. De hecho, Macri consiguió algo insólito: juntar varias clases que se detestan. Es muchísima la gente que se está reuniendo alrededor de su discurso, que algunos psicólogos trasnochados definen como esquizofrénico y analistas políticos como hipócrita. Pero en vez de dejarse deprimir por patologías y politólogos, esa gran cantidad de compatriotas le dan para adelante y se hermanan con otros sectores sociales que, de tener la opción, mandarían a matar. Negar esta unión real es ser cínico, no un analista serio.

-      “Macri le va a dar todo a los grandes grupos económicos, a la oligarquía”. Otra injuria. No es cierto que el candidato no quiera darle a otros sectores de la sociedad, sólo trata de que los pobres no tengan tanto. Es miserable que quieran hacer creer que únicamente los millonarios recibirán su tajada, también hay ricos y hasta una popular clase media alta que con esfuerzo acaparó y robó en su intento de subir en el escalafón social, algunos pisando cabezas, efecto de la sana competencia. Además, si el candidato quiere que los ricos acaparen más es para que los pobres puedan enterarse -y, por ende, aprender- sobre qué o quién conviene ser en este mundo. Con este modelo podrán renegar de ser pobres y soñarán con ser ricos. Y aunque nunca alcancen la riqueza salvo en sueños, al menos tendrán la brújula orientada.

-      “La clase media es quién lo votó en su mayoría”. En base a los resultados de la votación, podemos afirmar que gran parte de la clase baja argentina también votó al candidato. Esa clase hizo un gran esfuerzo de autosuperación y trató de no tener conciencia de clase, o sea, de sí misma, y apoyó a Macri como si fueran votantes ricos. No lo son, y lo serán menos con las medidas que aquel va a tomar si gana la presidencia, pero al elegir a un rico demuestran una gran talento para fantasear de que así se acercarán más a él, (mediante el voto, en persona los de seguridad no se los permitirían) y que son parte de la movida. Esta realidad descoloca a la izquierda, que prefiere separar a las clases para que cuando llegue el día de la hipotética toma del poder sepan quién es el enemigo y quién no. Cuando son muchos los pobres que apoyan a los ricos a la izquierda se le va un poco al tacho esta estrategia, en especial por la tendencia sentimental y doctrinaria de los marxistas a idealizar a los pobres. Las clases altas, al no idealizarlos en absoluto, son más hábiles y los dominan por medio de mentiras prometedoras, al revés de las duras utopías de liberación, que demandan de cada individuo una excesiva dedicación, claridad mental y sobre todo mucha, mucha dignidad.

“El argentino no le exige nada a los políticos de derecha, deja que roben, mientan y destruyan mientras que a otros políticos no les perdona una”. Otra infamia. Ningún argentino/a es tan tonto como para dejar de sostener su ideología fascista de juguete por uno u otro candidato. No se casa con ninguno sólo por ser de derecha, al contrario, lo votará convencido para después, al primer error, estar en su contra. Eso hizo con tantos presidentes anteriores y hasta con dictadores militares, que sí lo representaban de forma legítima. El argentino tiene un gran talento para reubicarse tácticamente. No porque le guste la traición en sí, sino que le encanta dar la espalda al candidato que votó si no hace lo que quiere o desea. Y como no sabe bien qué quiere o desea (pero, ¿quién lo sabe en esta vida misteriosa, cambiante y poética?) es capaz, por una elástica moral que llega a estirarse hasta el infinito sin romperse, de negar incluso haber votado a ese candidato en las últimas y penúltimas elecciones, y estar, de pronto, en contra de todo lo que dijo y propuso en la campaña. ¿Acaso esto es perdonar, pregunto yo? Y es por este maravilloso mecanismo de autodefensa que es capaz de votar al candidato opositor en la siguiente elección, porque sabe muy bien que cuatro años no es nada cuando la memoria no decodifica el pasado y la moral no lo interpela. Yo recuerdo haber visto ese proceso camaleónico en mucha gente y desde que soy chico: gente que apoyó la guerra de Malvinas y que después, al avivarse de que perdíamos irremediablemente, tuvo la decencia de exigir (puertas para adentro y en voz baja pero exigiendo igual) que el dictador Galtieri “fuera llevado a las islas en bolas a ver qué se siente”; gente que elogió la democracia de Alfonsín y criticó la dictadura militar y que a los pocos años pidió la cabeza del presidente diciendo que con los milicos estábamos mejor; escuché miles de críticas a Menem que lo acusaban de ladrón y traidor, críticas tan fuertes que le hicieron ganar dos elecciones y sin fraude. Podría seguir, pero el punto está demostrado: el votante argentino no puede quedarse quieto. Si tanta actividad no acaba por destruir todo y es un síntoma de irresponsable autodestrucción imbécil, no es tema para analizar acá porque acá intento rescatar el acto cívico, el que nos dignifica como ciudadanos.

-      “El pueblo eligió mal”. Frase soberbia, intolerante, que arruina la celebración de la democracia. No se puede negar que la elección fue limpia y honesta, sobre todo porque salieron victoriosos los que ya estaban listos para denunciar el fraude si perdían. De todas formas, el progresismo salió a criticar. ¿Acaso un votante no puede elegir mal? ¿Acaso no puede apoyar el peor candidato? ¿Acaso no puede votar desde el resentimiento más bajo y destruir todo porque está emberrinchado? ¿Acaso no puede mostrar públicamente, elevando así el concepto de democracia, que la necesidad de retroceder hasta hundirse en la mierda es un acto concreto y volitivo y no un error aquejado a problemas de memoria o de no saber lo que se hace? ¡Por favor!


-      “Acá todos se bandean y votan con el ojete”. Además de una grosería es otro agravio sumado a la larga lista de agravios. Ninguno de estos izquierdistas toma en cuenta la exigencia mental que demanda el hecho de bandearse para un lado y para el otro como si se estuviera en la cubierta de barco vapuleado por un huracán. Bandearse no es un tema personal con uno y otro candidato, más bien es que el votante está intentando apoyar lo que cree que únicamente lo beneficiará a él/ella. Quizá la contradicción que haya en el hecho de cuidar tanto el propio culo es que apuntalar candidatos como el que lleva la delantera genera, a la larga, millones de culos desflorados. Quizá sea el ojete el que no tiene memoria, por eso se deja romper una y otra vez. Para nivelar la balanza y ver lo positivo de este momento histórico en la Argentina y no terminar esta nota con negatividad (característica de izquierdistas amargados), se puede decir que así como la patria necesita siempre de un himno que la engole, también necesita de millones de ortos tan abiertos como para poder cantar su marmólea letra a los cuatro vientos de la República. Y es de ahí de dónde brotarán las notas musicales que, debido al tamaño ocasionado en los esfínteres por el destrozo social-cultural que quizá a partir del 22 de noviembre se nos venga encima, adornarán esta nueva gesta patriótica. Y unidos sin unirse, como verdaderos ortos argentinos.

1 comentario:

Privada 7 dijo...

La intolerancia es tal que quien no está de acuerdo con ella automáticamente es calificado de intolerante...

Y es muy cierto que cada quien puede votar y al final vota por quien quiere, así sea coaccionado; a fin de cuentas, al ejercer su derecho al voto está solo y volitivamente hace su elección.

En el prólogo a la obra Falsa crónica de Juana la Loca, Miguel Sabido, su autor, defiende a Juana a partir de la tesis de que "todos tenemos derecho a amar a la persona equivocada".

Sin llegar a esta pasión, ¿por qué alguien no tendrá derecho a elegir a la persona equivocada? Por una razón obvia, porque quien no piense como nosotros es automáticamente imperfecto y por tanto sujeto a equivocaciones.

Nosotros somos el producto de la perfección divina, según los fanáticos religiosos, la perfección material determinada por la composición de un ADN ideal para los fanáticos de la ciencia y la perfección a secas para el resto.

¿Por qué será, mi querido Ale, que mucho de lo que describes lo veo en México sin que un partido específico reclame la paternidad correspondiente?

Bah. No sé.

Abrazote, mi querido Ale.

rafahi95@gmail.com